El cerebro también hay que ponerlo a dieta

El cerebro también hay que ponerlo a dieta

La neurociencia tiene mucho que decir en lo que comemos: hay alimentos que no solo ayudan a que nuestra cabeza funcione mejor, sino también a prevenir enfermedades asociadas al envejecimiento.

¿Y si eligiéramos nuestra dieta pensando también en retrasar el envejecimiento de nuestro cerebro y en intentar reducir la incidencia de enfermedades neurodegenerativas?

No es ciencia ficción, solo ciencia. Los expertos ya han demostrado que tener un correcto funcionamiento neuronal depende, en parte, del menú que tomemos cada día. El cerebro está compuesto en gran medida por grasa, pero no de grasa energética, la que usamos como la gasolina, sino de grasa funcional. Tener una cantidad adecuada de esos ácidos grasos funcionales es fundamental para llevar a cabo todas las funciones que están relacionadas con el cerebro: la coordinación, la memoria, la circulación sanguínea, las emociones, el apetito…

La clave está en el Omega 3. La insistencia de abuelas y madres en que comiéramos pescado tenía una razón científica. La ingesta de ácidos grasos, principalmente fuentes marinas y lacustres, «es probable que haya provocado un aumento vertiginoso del volumen cerebral», nos dice Raquel Marín, profesora y neurocientífica de la Universidad de La Laguna (ULL). Además, cuando el ser humano aprendió a cocinar sus alimentos también redujo el tamaño de su intestino, lo que tuvo efectos en su inteligencia. «Al reducir volumen intestinal pasas menos tiempo masticando. El ser humano se agotó menos y pudo dedicar más tiempo a desarrollar su capacidad intelectual». Es decir, «en algún momento decidimos que en vez de desarrollar más nuestra capacidad muscular desarrollaríamos más nuestra capacidad intelectual. Y en la actualidad, dentro del reino animal somos el que más volumen cerebral tiene con respecto al resto del cuerpo. Tenemos un cuerpo pequeño para el cerebro que tenemos».

Desde el punto de vista neuronal, la dieta perfecta tendría que contener una proporción 1 a 3 de omega tres -pescados y algunas verduras- y omega seis -pan integral, arroz, pastas, productos cárnicos-. «En el mundo actual nuestras dietas se han ido modificando de tal manera que nos centramos mucho más en alimentos que nos resultan atractivos -azucarados- y en hidratos de carbono, y no en aquellos que le convienen más al cerebro, como el atún, los arenques o las sardinas», sintetiza Marín. «Ahora mismo tenemos una enorme desproporción entre el omega seis y el tres, de 27 a 1, y eso provoca disfunciones en la forma de desarrollar nuestra actividad cognitiva».
Pero, ¿qué podemos hacer para que eso no sea así y qué implica? Luchar contra el envejecimiento cerebral. «Todos sabemos perfectamente cómo envejece un corazón: se hace más pesado, las arterias se van cerrando… El cerebro no tiene canas y arrugas, pero también envejece.  Todo esto se puede paliar», sostiene Marín. Mantener el volumen cerebral es cuestión de comida y hábitos cotidianos. Desde el punto de vista nutricional, «lo logramos ingiriendo los alimentos adecuados, fundamentalmente los que tienen omega -ácidos grasos poliinsaturados- y no dándole al cerebro azúcares refinados ni alcohol en exceso. Y sabiendo, también, qué alcoholes pueden venirle mejor: el vino o la cerveza o el whisky frente a otros que son peores como el vodka».

Marín tiene claras cuáles deben ser las pautas para quien quiera hacerse su propio plan de rejuvenecimiento cerebral. En primer lugar hay que incrementar la aportación de alimentos con omega 3 para invertir la proporción con respecto a los que tienen omega seis. Estos últimos «no hace falta que nos propongamos incorporarlos a la dieta, porque los tomamos todos los días a mansalva: panes integrales, pastas, arroces, gofio». Además, es buena idea añadir a la dieta «antioxidantes naturales», como tomates o frutos del bosque. Hay otras fuentes de ácidos grasos poliinsaturados, como el aceite de linaza, los granos de lino machacados, las nueces, las alubias -sobre todo rojas- o las espinacas». En segundo lugar, «beber mucha agua«, porque «lo segundo que tiene el cerebro es agua». Y, por último, «hacer algo de ejercicio cada día. Todo eso mejora mucho nuestra actividad cerebral».

Además, la experta recomienda cambiar las rutinas. «En lugar de ir siempre al mismo supermercado, cambia; llama a la gente en vez de usar solo whatsapp, aprende un baile nuevo».

Como tratamiento preventivo, «los neuro nutracéuticos podrían hacer mucho». Se trata de usar moléculas que se encuentran en los alimentos y no son farmacéuticas, sino parte de nuestros nutrientes. «Tienen propiedades muy beneficiosas para nuestro cerebro, por eso hay que incidir más en esos alimentos». Eso y tener una vida activa. «No digo solo leer, sino caminar, relacionarse con los demás; en definitiva, tener una actitud positiva ante la vida. Eso provoca una longevidad enorme».

Autor: Saray Encinoso

Fuente: http://eldia.es/2016-12-11/sociedad/sociedad0.htm

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